lunes, 27 de julio de 2015

Los pies descalzos del obispo.

LUIS ENRIQUE ESCOBAR “ha terminado la peregrinación por este mundo” es la frase que se lee en el recordatorio que su familia entrego  en el cementerio  a las personas que asistieron al entierro del “Obispo”.
Era Luis Enrique aquel hombre humilde, que quizas las única vez que no piso el cascajo duro de los caminos fue el pasado 9 de julio, cuando hubo caído “la ultima hoja de su calendario” como diría Serrat.
Puede decirse que siempre tuvo los pies sobre la tierra, nunca conocieron los pies del obispo la confortable amistad de las cotizas.

Esos pies labrados por el limo de los caminos,  recorrieron las calles de su pueblo en veloz carrera arreando madres  e hijueputazos al ganado rebelde que se plantaba en las calles del pueblo como si premonitoriamente supieran que iban camino al matadero.

Cuando iba a recoger el ganado, pasaba a veces hablando solo como presintiendo el reto que le plantearia el animal.
Hablaba y miraba su  soga de piel, que le había fabricado el viejo “Cachorro” mientras nosotros mirábamos la valentía de aquel vaquero descalzo de pantalón de dril y sombrero a lo “nomejoda,” que pasaba por la estrecha calle del cementerio, raudo, delante de unos amenazantes cuernos.

Muchas veces después de la faena se veía a Luis tomando algunas cervezas en la fonda de Gabriel Ceballos o en cualquier cantina; luego de algún tiempo se le veía pasar borracho por la ronda mareado por las totumadas de guarapo que había bebido en la guaraperia  de la vieja Eleuteria.
Cuando se le veía un poco ”jalao” producto de las medidas de guarapo que había bogado en la ronda, los muchachos  -que muchachos son-  le tiraban de la infaltable ruana que empuñaba con su mano izquierda de una de las puntas; le tocaban el sombrero o la vaina del machete y le gritaban ¡Obispo! para verlo rabiar.

Los años que humillan dictaron el destino del obispo; su velocidad y fuerza ya no era la misma, puesto que los filosos cachos de la res se veían cada vez mas cerca del “fundillo” del declinante vaquero. “No guevonies mas, presta esa soga pa´ca que te sale quebrando el culo una puta vaca” le dijo una vez Ovidio Ramos; por lo que poco a poco sin dejar de vivir en aquel medio donde se había levantado, se dedico a cargar entonces para la plaza las morcillas que hacían en la madrugada de los domingos, Teresa García, Lolita, Anita Roldán y Felicia.

Muchas cosas se podrían decir de Luis; pero...¿que tiene que ver con que muchas veces la gente le haya pedido jocosa y simpaticamente la bendición,  cuando nada tenia que ver con la iglesia? Pues muy sencillo; obispo se le llama coloquialmente a la parte mas gruesa del intestino del cerdo que una vez convertido en morcilla era mas apetecido por los antojados clientes. Por lo tanto distinguimos aquí dos tipos de fieles confundidos con el apodo de Luis: los fieles a la iglesia y los fieles a la gastronomía criolla.

Muchas veces en el camino me encontré con  Luis, muchas otras reposó en mi lugar de trabajo y con simpatía y respeto, la ultima vez, después de darle algunas monedas para el tinto, le pedí la bendición y sin alterarse levantando la mano con la que apretaba el pirrico tesoro adquirido, hacia el gesto de  bendecir a medias como si en verdad no supiera que clase de obispo era.
“La virgen lo acompañe" me dijo; dio media vuelta y continuo su camino contando las monedas, tal vez para comprar su pasaje de ida sin regreso.


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