Desde el primero de noviembre en algunos pueblos de
Antioquia es costumbre salir de paseo con las benditas almas del purgatorio.
Un hombre generalmente vestido de negro, o con un
abrigo impermeable y de capucha, llega
al cementerio del pueblo y en una ceremonia un poco temeraria y con un halo de
misterio en su actitud, toca reverentemente con los nudillos de sus dedos las
tumbas de los muertos, acto que significa
una invitación a salir a caminar con el .
El animero como se le llama generalmente, en ocasiones es el mismo sepulturero que
tiene digámoslo así, alguna ” familiaridad” en términos de amistad con los
difuntos, pues se infiere, que al ser el quien los sepulta, establece un
vinculo tácito con los que se han ido de este mundo.
El animero en un pueblo como el mío, creo que es el
personaje del mes, por cuenta de los
muchos seguidores que tiene, pues la devoción a las almas del purgatorio es
generalizada y por tanto, humanos de carne y hueso andan en fervorosa penitencia
tras el, revueltos supuestamente con los espíritus que
han salido de sus aposentos donde reposaban hasta que se les hizo el llamado.
Sale entonces del cementerio, e inicia una maratónica
jornada nocturna a eso de las once por todas las calles del pueblo donde se le
escucha decir en tono suplicante: ” un padre nuestro por las benditas animas del purgatorio por amor a
Dios…” mientras suena el tilín , tilín, tilín, de una pequeña campana de cobre labrado que es la misma campanita que se usa en el
templo católico para la “elevación” .
Antes el animero salía tremendamente sólo voceando
este estribillo que en el silencio de la noche helaba los tuétanos. Los hermanos mas
chiquitos nos recogíamos un poco en la
cama y nos preparábamos ansiosos para
escuchar la plegaria y el inconfundible sonido de la campana.
En cuanto fuera posible dormíamos muy pegados y bajo las cobijitas en voz muy queda y con una combinación de miedo y devoción, musitábamos
al mas cercano algo así como... Luisito… ¿esta oyendo?.
En Frontino ha habido muchos animeros; entre todos había uno que recuerda
mucho la población, se llamaba Lubín ; también Alberi que era hijo de Jesús
Vargas , sepulturero por muchos años; Jesús
María García, que era oriundo de Betulia
, Milton Pérez, Fabián López (
Maravilla) y otros que desafortunadamente no recuerdo.
Hoy en día se conserva esta bendita costumbre, que debe
perdurar en el tiempo.
Laura mi madre, sigue rezando en voz muy baja… padre nuestro que estas en los cielos…mientras el animero de regreso al cementerio se aleja
con su tilín, tilín, tilín.
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