sábado, 12 de mayo de 2018

El Dia de Las Madres

EL DIA DE LAS MADRES.
Un motivo para reír y llorar.



Cuando muchachitos salíamos los hermanos menores corriendito para misa de diez a la misa de las madres.

Al salir de la iglesia corríamos presurosos a la barbería de mi papá Luis Muñoz,
Un maduro señor de estatura mediana, colorado como una manzana medio calvo, conversador y con un seño simpático en su mirada. 

Volteábamos la esquina de don Braulio Gaviria y le saludábamos, mientras que, casi parejo con nosotros llegaban también un montón de clientes para la peluqueada y otros para hacer descolgar tiple y guitarra de sendos clavos, que estaban literalmente enterrados en la tapia.

Unos pedían una cerveza, otros aguardientes y mi padre tenía que parar las motiladas, para atender la clientela que no hacían mas que pedir las canciones de los Pamperos, del Conjunto América, Los Trovadores de Cuyo y todas las madres habidas y por haber.

Nosotros barríamos el pelo del piso o limpiábamos la repisa, las tijeras y las máquinas de peluquear, mientras el viejo Luis afinaba el violín.
 Rubén Cruz cogía el tiple, Luis Durango la guitarra y los clientes peludos aplazaban por cuenta propia la motilada para el domingo siguiente.

Detrás de la repisa mi papa guardaba el regalo para Laura Rosa, mi bendita mamá, madre de nueve hijos.
ese regalo era una cajita metálica de galletas dulces y una botella de vino Cerezano que había comprado en la esquina de don Raúl Varela.

Nosotros peinaditos con un capúl, tirada  hacia un lado, para la cual se usaba como fijador los sobrados de cerveza, llegábamos a casa con una alegría inusitada entregando el regalo a seis manos a aquella mujer bella y generosa en sonrisas y bondad para con nosotros.

Cuando presurosos marchábamos a casa con el regalo, recuerdo…  
recuerdo cuán orgullosos llevábamos en el pecho al lado del corazón, un clavelito de color rojo que significaba que ella, estaba viva. 

Ese viejo violinista, aserrador y peluquero, seguía celebrando el día de la madre entre clientes y amigos con su violín como estandarte. 
Ese viejo violinista era luz y sombra, era alegría y tristeza. Nunca le vi el clavel blanco para significar la ausencia de su progenitora, el solo se ocupó de comprar claveles rojos para recordar que en la casa estaba ella, Laura Rosa a quien le cantaba ya entrando la noche: Yo sé que estos rosales se mustiaran un día…
continuaba
Y sé que nuestro anhelo tendrá temblor de llanto…


En las tiendas, cantinas y graneros se oían los pianos cuando al aire cantaban con acentos melancólicos.:
 madre cariñito santo, ven y calma mi sufrir…


Y en las voces agudas de los cantores se escuchaban desgarradoras frases: madre mía, mi vida que te has hecho, en donde está tu maternal mirada…mientras en un rincón del viejo bar, hay un hombre todavía con rasgos de juventud, empuñando una copa vacía en su mano haciendo carrizo francés y con la mirada clavada en las rendijas del tablado.


Sea este un homenaje a todas las madres.
A esas madres viejas que fueron jóvenes y ya con el peso de los años hasta han olvidado quienes son sus hijos y cuáles son sus nombres.

A esas madres jóvenes que serán viejas y que recorrerán talvez idéntico camino. 


A esas madres solteras, a esas madres sin hijos, a esas madres sin madre.

A las madres vivas y a la memoria de las madres muertas, dedico apartes de la canción de Mario Clavell.



 La Palabra Más Linda(mamá)


La primera palabra que todos podemos decir
Mamá
Y no hay nadie feliz como ella al oírlo decir
Mamá
Cuatro letras que son el más dulce 
Poema de amor
Mamá
La mirada que siempre nos guía, la 
que yo no sé olvidar jamás

“La que ríe con nuestra alegría, la que llora si
sufres un día”
la palabra más linda del mundo es mama
el cariño más grande y profundo es 
mamá
La más grande verdad de la vida es 
Mamá

Los que tienen la felicidad de poderle decir 
Mamá
Que la colmen de amor y de besos diciéndole así
Mamá
Que la vida se va y es muy triste
Llevarte una flor
Mamá
Sin tener ni tu voz ni tus besos, ni
 poder en tu pecho llorar
Mamá
La palabra más linda del mundo
Es mamá
El cariño más grande y profundo es 
Mamá
La que ríe con nuestra alegría, la que 
Llora si sufres un día,
La más grande verdad de la vida 
Es mamá.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Joaquín, "El Rey de la Parranda."

Frontino recuerda a Joaquín Bedoya                         

Dice Gildardo Montoya en una de sus ocurrentes canciones: “cuando el rio suena, fue que un  músico se hogó”, yo diría más bien que cuando la música suena es porque aquel  músico está y estará vivo por siempre. Es el caso de nuestro ilustre y conocidísimo paisano JOAQUÍN  BEDOYA GÓMEZ, quien vio la luz y escucho los cantos de las aves por primera vez, en  la vereda Cabras de Frontino hace ya 72 años, pues murió el pasado 22 de noviembre de 2014.

Este ilustre frontineño todavía muy pequeño salió de su tierra para Medellín  junto con sus demás hermanos, producto de  la violencia política que se vivía en los campos, en los años que siguieron a la muerte de Jorge Eliecer Gaitán.

Muchas  cosas pasaron en torno a esta que era una familia de estrato campesino, sobre todo, porque su equipaje principal era la música, esa música que continuo  trasegando caminos conquistando con inteligente humor y gracia la simpatía de aquellos que la escuchaban.

La música parrandera paisa sin duda alguna representa para Antioquia toda, la idiosincrasia de sus gentes, pues describe palmo a palmo y con gracia suprema  su quehacer cotidiano, lo que genera identidad y empatía.

En una ocasión llame a Joaquín a su teléfono fijo para mirar la posibilidad de traerlo a una “tocata” aquí a frontino; luego de escuchar mi apellido, me pregunto de cuáles Muñoz era yo, a lo cual respondí que mi padre se llamaba  Luis y  había trabajado como aserrador, músico y barbero, y el con esa voz grave que lo caracterizaba  y en tono de agradable sorpresa, comentó con espontánea frescura como poniéndose las manos en su cabeza: ¡ay mi cachucha!! Título de una de sus canciones.

Desde esta tribuna virtual, los frontineños rendimos este homenaje póstumo a la memoria de un hombre que puso en la más alta de las montañas de nuestra amada patria, el nombre de este terruño que le vio nacer y que sintió el dolor de su partida.

Joaquín Bedoya como Agustín  y como José  que vive todavía para bien de la música parrandera de Antioquia, volverán una y otra vez mientras el almanaque tenga  en sus doce hojas el mes de diciembre.

Otra historia de Joaquín en Frontino contada por Darío Ocampo , músico frontineño.

Resulta que la única vez que Juaco vino a este pueblo a tocar había una violencia muy brava, fue como en 1999 y tocaron en la plaza, estaba de alcalde Alfazar, la gente contenta  los saludaban y los rodeaban esperando que se emberriondáran a tocar . Agustín que era de muy buen genio y había venido muchas mas veces aquí, era quien le presentaba la gente: ve, este es fulano de tal, este es hijo de tal otro, este es primo. En fin…resulta que me dice Joaquín:  “ Campos, vení  lleváme por ahí a un puntico donde vendan aguardiente que estoy contento , entonces  lo lleve para la tienda de  Domingo Urrego;  pedimos media y como yo despachaba a la mujer en el bus para Medellín, me tome uno y Salí a despedirla, cuando regrese la media estaba vacía; ya había pedido otra media y trago a trago se había bebido por lo menos, quince guarapazos.”
Mientras tanto Agustín su fiel escudero, llego desesperado a jalar a Juaco pal tablao, en donde por primera vez cantaron en público su tema éxito” Échele mas agua a la sopa.” Y de esta forma en medio de una multitud de paisanos que blandieron como arma la cultura, silenciaron el estruendoso ruido de las pistolas y todos en comunión disfrutaron de una noche inolvidable con “EL REY DE LA PARRANDA”.

Por esa  noche, la violencia  fue maniatada con las cuerdas de las guitarras.

Joaquín Bedoya Gómez  a mi parecer, sentenció en el tema “El farol borracho”  lo que pasaría en cada siete de diciembre y de ahí en adelante:
“…Yo seré un farol contento y bastante iluminado, por mucho que sople el viento, no me verán apagado.”



¡Hasta siempre Joaquín!

lunes, 27 de julio de 2015

Los pies descalzos del obispo.

LUIS ENRIQUE ESCOBAR “ha terminado la peregrinación por este mundo” es la frase que se lee en el recordatorio que su familia entrego  en el cementerio  a las personas que asistieron al entierro del “Obispo”.
Era Luis Enrique aquel hombre humilde, que quizas las única vez que no piso el cascajo duro de los caminos fue el pasado 9 de julio, cuando hubo caído “la ultima hoja de su calendario” como diría Serrat.
Puede decirse que siempre tuvo los pies sobre la tierra, nunca conocieron los pies del obispo la confortable amistad de las cotizas.

Esos pies labrados por el limo de los caminos,  recorrieron las calles de su pueblo en veloz carrera arreando madres  e hijueputazos al ganado rebelde que se plantaba en las calles del pueblo como si premonitoriamente supieran que iban camino al matadero.

Cuando iba a recoger el ganado, pasaba a veces hablando solo como presintiendo el reto que le plantearia el animal.
Hablaba y miraba su  soga de piel, que le había fabricado el viejo “Cachorro” mientras nosotros mirábamos la valentía de aquel vaquero descalzo de pantalón de dril y sombrero a lo “nomejoda,” que pasaba por la estrecha calle del cementerio, raudo, delante de unos amenazantes cuernos.

Muchas veces después de la faena se veía a Luis tomando algunas cervezas en la fonda de Gabriel Ceballos o en cualquier cantina; luego de algún tiempo se le veía pasar borracho por la ronda mareado por las totumadas de guarapo que había bebido en la guaraperia  de la vieja Eleuteria.
Cuando se le veía un poco ”jalao” producto de las medidas de guarapo que había bogado en la ronda, los muchachos  -que muchachos son-  le tiraban de la infaltable ruana que empuñaba con su mano izquierda de una de las puntas; le tocaban el sombrero o la vaina del machete y le gritaban ¡Obispo! para verlo rabiar.

Los años que humillan dictaron el destino del obispo; su velocidad y fuerza ya no era la misma, puesto que los filosos cachos de la res se veían cada vez mas cerca del “fundillo” del declinante vaquero. “No guevonies mas, presta esa soga pa´ca que te sale quebrando el culo una puta vaca” le dijo una vez Ovidio Ramos; por lo que poco a poco sin dejar de vivir en aquel medio donde se había levantado, se dedico a cargar entonces para la plaza las morcillas que hacían en la madrugada de los domingos, Teresa García, Lolita, Anita Roldán y Felicia.

Muchas cosas se podrían decir de Luis; pero...¿que tiene que ver con que muchas veces la gente le haya pedido jocosa y simpaticamente la bendición,  cuando nada tenia que ver con la iglesia? Pues muy sencillo; obispo se le llama coloquialmente a la parte mas gruesa del intestino del cerdo que una vez convertido en morcilla era mas apetecido por los antojados clientes. Por lo tanto distinguimos aquí dos tipos de fieles confundidos con el apodo de Luis: los fieles a la iglesia y los fieles a la gastronomía criolla.

Muchas veces en el camino me encontré con  Luis, muchas otras reposó en mi lugar de trabajo y con simpatía y respeto, la ultima vez, después de darle algunas monedas para el tinto, le pedí la bendición y sin alterarse levantando la mano con la que apretaba el pirrico tesoro adquirido, hacia el gesto de  bendecir a medias como si en verdad no supiera que clase de obispo era.
“La virgen lo acompañe" me dijo; dio media vuelta y continuo su camino contando las monedas, tal vez para comprar su pasaje de ida sin regreso.


lunes, 13 de julio de 2015

Frontino, antes y después de la luz eléctrica.

Todos ustedes frontineños pueden ayudarnos  a hacer memoria, completando la historia con sus comentarios.


Se me da por pensar que el presente es el pasado escrito con los pasos de cada quien. Entendiendo lo anterior como los hechos originados por la cotidianidad.

Mi casa de  niño era de tapia, de  blancos canceles de madera y bahareque con una acera estrechita de adobe macizo; mas allá un caño empedrado hecho por mi abuelo, para que las bestias pudieran arrimar a su tiendita sin dañar el piso; luego la calle, unas barrancas y un pequeño muro que sostenía la cola del solar del hotel de María Barrera. Para mas señas vivíamos en toda la esquina que daba al cementerio sobre la calle infante.
Era una vieja calle  oscura, donde nosotros nos entreteníamos capturando cocuyos en la noche y depositándolos en una pequeña caja de arroz Marfil de libra, para luego mirarlos bajo las cobijas.
Los abuelos dormían  temprano, nosotros con más bríos permanecíamos afuera sobre todo si era sábado; de igual manera  mi  papá aun con rastros de juventud, mamá y algunos hermanos.

Hacer “candeladas” era una de nuestras pasiones. Era ver los rostros temblorosos de nuestros amigos iluminados tenue mente por los movimientos de la luz, era adentrarse en una noche mágica, -No jueguen mas con candela, decía mi mamá ya saben lo que les pasa si se orinan esta noche en la cama-.

Volvíamos entonces al quicio de la puerta principal donde conversábamos casi a oscuras, en razón a que la luz que iluminaba la salita era apenas como para alumbrar a san Martin de Porres  o al ángel de la guarda.
La luz de la casita era una lámpara hecha de  un frasco con un mechón encendido alimentada con  petróleo y que se cambiaba de lugar según la necesidad. También se usaban las velas de parafina que se usan hoy en día  y los más pudientes usaban lámparas “Coleman americanas”. Nosotros en el quicio  conversábamos y conversábamos  y además oíamos radio en un pequeño transistor marca “Sanyo” que era de mi abuela Rita y qué a veces le sustraíamos a escondidas, pues se negaba a prestárnoslo dizque porque nosotros le sacábamos las emisoras.

Todo el pueblo era a oscuras después de las siete de la noche. En algunas casas había  luz eléctrica, es decir una o dos bombillas marca Philips de 25 wattios que pendían del techo con un cordón trenzado y forrado por una especie de hilo y un “benjamín” donde se ponía la bombilla.
 Hay que decir que  era tan nula la luminosidad que si  se intentaba leer algo, el foco debía estar justo a una cuarta de distancia del libro.

La  energía  era proporcionada por una dinamo que funcionaba en la planta del municipio  ubicada muy cerca del matadero municipal entre el rio Nore donde está el pozo El Chorrón y La Falda; este era el paso obligado de los peregrinos de Manguruma y las veredas vecinas.

Frontino como todos los pueblos vecinos eran un espacio para las  sombras y las tinieblas, fenómenos  que sin duda facilitaban también  la conversación y el encuentro.
Cuando en la noche las personas pasaban, no se podían reconocer, a no ser que hubiera luna, o se pudiera reconocer su voz, de lo contrario solo se observaba una pequeña lucecita con un movimiento pendular producida por el tabaco o el cigarrillo encendido.
¡Buenas noches! Decían desde la calle y de inmediato la pregunta nuestra en voz baja  era ¿Quien va ahí?
Los habitantes de estos pueblos teníamos el síndrome chapola es decir, gravitábamos emotivamente  en torno a la  poquita luz que había.
La creatividad producto de la circunstancias era evidente; los tarros en que venían envasados productos como la leche en polvo, la avena o las galletas saltines y otros, servían como linternas, pues se les abría una perforación por  la parte inferior donde se ponía una vela y luego se ponía una pedazo de alambre retorcido a modo de cargadera.
En la plaza de Frontino existían algunos puntos estratégicos donde habían elevadores para aumentar la luminosidad y ahí se reunían los parroquianos a conversar o a escuchar radio, esos lugares eran la tienda de don Alejandro Bravo y La farmacia “Hijos de Castor Gaviria”.

Un buen día se hablo de mejorar el servicio y apareció como por arte de magia:
 ¡La  Represa ¡ yo no recuerdo como ni cuando , pero era “La Represa”.

En fin, un día se hablo de “traer la luz de Medellín” extraordinaria idea;  sin adentrarnos en detalles  puedo recordar que nos quedamos un año sin los rayitos de luz de la planta, ¡Que año tan largo!
Los empleados de la planta que yo recuerde eran: don Alfonso Rendón, un tal Carrillo, Hernando Vásquez y quien más… no recuerdo más.
El doctor Fabián Zabala era el alcalde de entonces, aunque era yo un muchacho, no olvide nunca su amabilidad ,su cabello crespo y su impecable vestido de cachaco.

Era emocionante ver durante ese año como llegaban las grúas y los remolques con los postes de la luz; como ponían carretas inmensas con el cableado para las primarias, como los cables trenzados  esperaban ser puestos en los viejos aleros de las casas y ese momento feliz, cuando llegaron con el contador  para empotrarlo en la tapia; y decíamos Frotándonos las manos ¡hay, como será cuando llegue la luz de Medellín!

Que alegría  saber que en el vecindario al pie de la casa de don Juan Cano, ahí contiguo al callejón  donde inicia la bajada para el matadero quedaría una de las luminarias  del alumbrado publico; ahí justo en ese lugar llegaría el milagro, “la luz de Medellín.”
Vi en lo alto del poste una lámpara erguida, imponente, vestida de verde y blanco que parecía que nos mirara y se ufanara de su posición.
Era tanta la expectativa de ver  materializado ese momento, que los niños  jugaban trepados en la rejas del cementerio, poniendo crucetas hechas de palitos y los cables con cabuyas que sacaban de un costal de papas. Todos los niños eran entonces constructores de un sueño.

El equipo  de sonido National Panasonic que había comprado Mario mi hermano, y todos los equipos de sonido del pueblo estaban listos para sonar, cuando se iluminaran  las casas. No veíamos la hora de hacer el primer jugo en la licuadora  aunque no la tuviéramos todavía o estrenar  la estufa o el fogón eléctrico como mínimo. En nuestro caso teníamos listo un L.P instrumental de los Diplomáticos, con el tema: Brisas del Valle.
Recuerdo, si no estoy confundido, haber visto un largo desfile de la comunidad encabezada por las autoridades municipales, en dirección a la vieja planta donde cada quien llevaba un farol encendido.
De esas  “imponentes”  lámparas verdes y blancas que deslumbraron en un sueño llamado luz, solo queda una y yo soy su dueño.
 Alas siete de la noche del día 5 de agosto del año 1978 se alumbro la zona urbana de Frontino en medio de una especie de grito espontaneo y unísono de emoción y asombro;  grito que salió de las gargantas y del corazón de toda la población. Yo no se que mas paso desde ese momento, ni me importo, porque estaba  en torno a mi lámpara; desde entonces comprendí  la alegría desbordante de las  chapolas.


martes, 6 de enero de 2015

José A. Bedoya

  “YO SOY…el mono antioqueño de carriel y de peinilla…”

Y no andaba el maestro José A. Bedoya  buscando una negra que fuera de Barranquilla, sino buscando a sus paisanos  frontineños para reencontrarse con ellos, después de aquel abril de 1948,  en que se marcho con el resto de hermanos huyendo de la violencia, tras la muerte del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán.

Se fueron los Bedoyas para la ciudad añorando su tierra y cargando en las alforjas, la herencia  tomada de sus vivencias de muchachos, al lado de sus padres,  y de todos los lugareños.

Se fueron los Bedoya a contar historias de su pequeña patria, historias chiquitas llenas de creatividad que hablan de sus costumbres,  su comida, su condición social y trabajo, historias rebosantes de humor y de una  picardía sutil y deliciosa propias de ese  antioqueño que conocía al dedillo los limites entre lo sano y lo vulgar.

El cancionero colombiano tiene ya indeleblemente inscrita en sus páginas la música parrandera paisa; con una temática antropológica, donde se conjuga de manera única toda una vida llena de experiencias, rituales, emociones, deseos etc. generando  un sin número de elementos identitarios.

Los hermanos Bedoya :Agustín y  Joaquín(q.e.p.d)  y José A. quisieron a este terruño con un afecto denodado, sus canciones e interpretaciones lo demuestran, no solamente cuando hacen referencia a  “El Rebelde de Frontino”,  sino también cuando mencionan los espacios geográficos de la población, a sus gentes, sus paisajes culturales etc.

El maestro José A. Bedoya Gómez “El Cantor de los Diciembres” como se le  nombra en todo el país, ha vivido mas de la mitad de su vida en los Estados Unidos, junto a su esposa Luz y a sus hijos.

Desde el mes de abril  del año 2014 a ocho meses de las fiestas de la panela, el maestro a través de su representante legal manifestó a la administración municipal de Frontino su deseo de venir por primera vez a cantar a su tierra, posibilidad que fue denegada, pues estaba por delante un grupo vallenato. Pero no todo son decisiones de esta laya; un grupo de gestores culturales, los bailadores de música parrandera y del “otrodía” y dos frontineños residentes en la ciudad de Medellín, aunaron esfuerzos para hacer posible la visita histórica que hizo el maestro a su tierra el pasado doce de diciembre.

Maestro y paisano José A. Bedoya: recuerdo muy palpablemente su actitud  al reconocer la casa donde usted nació, recuerdo aquellas palabras emocionadas de su esposa al ver ese cuarto espacioso de tapias y techos altos y ventanas arrodilladas; recuerdo su mudez al poner sus ojos de otoño en cada uno de los rincones y zaguanes de la casa…pero mas se queda en mi memoria la felicidad que a usted le embargo cuando en feliz coincidencia, la vida le dio la oportunidad de  cantar ante esa gran cantidad de paisanos, desde aquel lugar “sagrado” donde lo hizo..¡El patio de aquella casa,  la casa de su niñez!

Nosotros la mayoría de frontineños que sabemos de nuestra identidad, nosotros las personas mayores que teniendo vos no tenemos voto para la toma de decisiones, asumimos el reto de defender nuestro patrimonio cultural, pues queremos ser interpretados desde nuestra esencia, no desde la tribuna de los medios masivos de comunicación ni de la sociedad de consumo que somete a gobernantes y gobernados.



sábado, 8 de noviembre de 2014

Una canción para noviembre

Si la muerte pisa mi huerto

Si la muerte pisa mi huerto,
¿Quién firmara que he muerto de muerte natural?
Quien lo voceara en mi pueblo
Quien pondrá un lazo negro  al entreabierto portal?
Quien será ese buen amigo  que morirá conmigo aunque sea un tanto así?
Quien mentira un padrenuestro y a rey muerto rey puesto pensara para si
Quien cuidara de mi perro
Quien pagara mi entierro y una cruz de metal?
Cual de todos mis amores ha de comprar las flores para mi funeral?
Quien vaciara mis bolsillos
Quien liquidara mis deudas
A saber…
Quien pondrá fin a mi  diario al caer la ultima hoja en mi calendario?
Quien me hablara entre sollozos,
Quien besara mis ojos, para darles la  luz ?
Quien rezara a mi memoria, Dios lo tenga en su gloria y brindara a mi salud  ?
Y quien hará  pan de mi trigo y quien se pondrá mi abrigo el próximo diciembre
Y quien será el nuevo dueño de mi casa y mis sueños y mi sillón  de mimbre ?
Quien abrirá mis cajones
Quien leerá mis canciones con morboso placer.
Quien se acostara en mi cama se pondrá mi pijama y mantendrá a mi mujer
Y  me traerá un crisantemo el primero de noviembre a saber…
Quien pondrá fin a mi diario al caer la ultima hoja en mi calendario.
                                                                                                  
                                                                                                  J.M. Serrat





viernes, 7 de noviembre de 2014

El mes de las animas




Desde el primero de noviembre en algunos pueblos de Antioquia es costumbre salir de paseo con las benditas almas del purgatorio.
Un hombre generalmente vestido de negro, o con un abrigo impermeable  y de capucha, llega al cementerio del pueblo y en una ceremonia un poco temeraria y con un halo de misterio en su actitud, toca reverentemente con los nudillos de sus dedos las tumbas de los muertos, acto que significa  una invitación a salir a caminar con el .
El animero como se le llama generalmente,  en ocasiones es el mismo sepulturero que tiene  digámoslo así, alguna  ” familiaridad” en términos de amistad con los difuntos, pues se infiere, que al ser el quien los sepulta,  establece un  vinculo tácito con los que se han ido de este mundo.
El animero en un pueblo como el mío, creo que es el personaje del mes,  por cuenta de los muchos seguidores que tiene, pues la devoción a las almas del purgatorio es generalizada y por tanto,  humanos  de carne y hueso andan en fervorosa penitencia tras  el,  revueltos supuestamente con los espíritus que han salido de sus aposentos donde reposaban hasta que se les hizo el llamado.
Sale entonces del cementerio, e inicia una maratónica jornada nocturna a eso de las once por todas las calles del pueblo donde se le escucha decir en tono suplicante:  ” un padre nuestro por las benditas animas del purgatorio por amor a Dios…” mientras suena el tilín , tilín, tilín,  de una pequeña campana de cobre labrado  que es la misma campanita que se usa en el templo católico para la “elevación” .
Antes el animero salía tremendamente sólo voceando este estribillo que en el silencio de la noche  helaba los tuétanos. Los hermanos mas chiquitos nos recogíamos un poco  en la cama y nos preparábamos ansiosos  para escuchar la plegaria y el inconfundible sonido de la campana.
En cuanto fuera posible dormíamos muy pegados  y bajo las cobijitas en voz muy queda y  con una combinación de miedo y devoción, musitábamos al mas cercano algo así como...  Luisito… ¿esta oyendo?.
En Frontino ha habido muchos  animeros; entre todos había uno que recuerda mucho la población,  se llamaba Lubín ; también Alberi que era hijo de  Jesús Vargas , sepulturero por muchos años; Jesús María  García, que era oriundo de Betulia  , Milton Pérez, Fabián López ( Maravilla) y otros que desafortunadamente no recuerdo.
Hoy en día se conserva esta bendita costumbre, que debe perdurar en el tiempo.

Laura mi madre,  sigue rezando en voz muy baja… padre nuestro que estas en los cielos…mientras el animero de regreso al cementerio se aleja con su tilín, tilín, tilín.